Negó rápidamente con la cabeza mientras se ponía la mascarilla.
-Tranquilo -le calmé- no hay ninguna cámara. No voy a usar nada como prueba, quítate la mascarilla.
-Siempre con tus bromas; pero suéltame los huevos.
-Ni lo sueñes -repliqué-
Después de haber tenido que retorcérselos por cuatro veces, me enjuagué y me dirigí a la recepción, donde pagué los honorarios correspondientes.
-La próxima en 15 días -sentenció la recepcionista-
-¡Y no faltes! -se oyó desde el quirófano.
Mientras me dirigía al coche, me proponía preguntarle la próxima vez, por qué me pone siempre la anestesia tan liviana.
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